viernes, 5 de noviembre de 2010

LOS MASAI CAZAN A MCLUHAN

Tras el debate de ayer sobre cómo debe orientarse o impartirse la enseñanza universitaria de las bellas artes, se pone de relieve también la actitud con la que el alumnado debe participar de la formación que no se recibe unilateralmente, sino que se construye o produce de forma activa.
Es cierto que la actitud general de entrada en la universidad es digamos “ingenua” en un principio, guiada por una idea superficial tando del ejercicio, como de contenidos, planes de estudio, etc. No es que las inquietudes sean únicamente de aprendizaje técnico en artes plásticas, también influye el hecho de que la percepción de la práctica del arte contemporáneo es nula o está distorsionada, o bien parece inaccesible, como un conocimiento sólo revelado a una élite erudita o especializada.
¿Hasta qué punto debemos ser capaces de desenmascarar esa visión simplista o ingenua para valorar de forma responsable el hecho artístico y la opción universitaria, por nosotros mísmos? ¿Qué papel tienen las instituciones a la hora de hacer comprensible y cercano el arte contemporáneo y en la toma de conciencia del indivíduo?
Como explica Moraza: “nadie llega espontáneamente a ser alemán, escultor, protestante, gallego o impresionista…” Creo que no depende sólo del individuo que a desarrollar esta visión crítica; hay que darle la oportunidad, una metodología, herramientas que pueda necesitar para organizar su acercamiento crítico, para elaborar un criterio.
El Conexto universiario es sin duda ideal para el intercambio y el contacto, pero debe serlo también para el debate, la autocrítica y la conciencia como comunidad, y esto ha de practicarse de forma activa. Esta madurez debe construirse a medias; con una institución capaz, desanquilosada y más que moderna, actual. Que sea flexible, cercana y comunicactiva, con capacidad para renovarse y con conciencia de progreso (avance, adelanto, perfeccionamiento). Pero esto sólo es posible con una actitud activa por parte del alumnado a quién es devuelta la tierra que prestaron a sus antepasados, como dice el proverbio Masai, pero que debe sentirse tripulante y no sólo pasajero (McLuhan) de la institución que necesariamente construye.

Así es como los Masai dan caza a McLuhan, y se descubre que todo era representación; puro teatro necesitado de un acuerdo con la ficción para que lo narrado pueda sustituir a lo real y construir nuevas lecturas, nuevos significados.

Un enfoque concreto de la enseñanza universitaria de Bellas Artes, podría completar este artículo, más adelante; cuesta sintetizar las ideas y elaborar un discurso furtivamente desde el trabajo y falta tiempo para reposar y asentar ideas, releer y citar adecuadamente, calrificar, etc.
Sin duda la “terapia” de ayer en La Trasera ayudan a mover un poco en la cabeza lo que se ha leido.
Acabo con las preguntas que se incluyen en el texto, y otras que me han surgido.

¿Hasta qué punto debemos ser capaces de desenmascarar esa visión simplista o ingenua para valorar de forma responsable el hecho artístico y la opción universitaria, por nosotros mísmos?

¿Qué papel tienen las instituciones a la hora de hacer comprensible y cercano el arte contemporáneo y en la toma de conciencia del indivíduo?

¿Se potencia la elaboración de un criterio y una metodología de trabajo, -la capacidad de elaborar una metodología propia, cribar, manejar la información para su comprensión- desde la enseñanza universitaria de Bellas Artes?

¿Es necesario un conocimiento técnico y la práctica del mismo, para una perspectiva rica y cercana que ayude a construir un buen criterio?

¿Es la creatividad exclusiva del artista y del arte?

¿Puede entenderse el papel del artista como mediador, catalizador, movilizador de recursos, que facilite la toma de conciencia de la sociedad?

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